La enfermedad es siempre dura, pero la incomprensión de quienes acusan al afectado de simple teatro es mucho más duro. Amparo Peinado, que sufre fibromialgia desde hace siete años, ha sacado fuerzas de flaqueza y está dispuesta a plantar cara a la enfermedad.
M. J. MORA Amparo Peinado es una de las muchas mujeres que padece fibromialgia, una enfermedad de la que el martes se celebró el día mundial. "Lo peor es la impotencia que se siente de no poder hacer, ni siquiera, las tareas diarias y la incomprensión de quienes piensan que sólo tenemos cuento". A Peinado le diagnosticaron la enfermedad hace siete años "y, entonces, el médico te daba largas por puro desconocimiento y cuando te diagnosticaban, te mandaban al psiquiatra y te prescribían antidepresivos. Por ello, yo hablé conmigo misma y me dije que había que levantarse y seguir adelante con la vida".
Esta enferma, que ahora tiene 57 años, confiesa que para ella las actividades que desarrolla la asociación de enfermos (AFEFE), son fundamentales "porque la programación está adaptada a nuestras necesidades y tenemos la oportunidad de compartir experiencias con otras mujeres que también padecen la enfermedad y a las que unos días ayudas cuando están bajas de moral y de las que otros días recibes el apoyo que necesitas si te sientes mal".
Desde el punto de vista físico, los síntomas más comunes de esta patología son el dolor de las articulaciones, la fatiga, la ansiedad, la tristeza, "la impotencia de querer y no poder. Hay días que no puedes por mucho que quieras y, además, todavía no hay ningún tratamiento para la enfermedad". A esta paciente le diagnosticaron la fibromialgia al comprobar que de forma reiterada hasta las tareas más livianas le resultaban un impedimento. "Al principio me decían que era cansancio y agotamiento, pero, finalmente, tuve la suerte de que me la diagnosticaron en el hospital. Los dos años que tardaron en decirme qué tenía fueron un calvario porque las tareas diarias eran un impedimento, era algo insalvable y sólo tenía ganas de llorar. Ahora sé lo que tengo, el ánimo intento que no me flaquee y procuro seguir adelante con el mejor humor para evitar que la enfermedad se apodere de mí".
Esta enferma, que ahora tiene 57 años, confiesa que para ella las actividades que desarrolla la asociación de enfermos (AFEFE), son fundamentales "porque la programación está adaptada a nuestras necesidades y tenemos la oportunidad de compartir experiencias con otras mujeres que también padecen la enfermedad y a las que unos días ayudas cuando están bajas de moral y de las que otros días recibes el apoyo que necesitas si te sientes mal".
Desde el punto de vista físico, los síntomas más comunes de esta patología son el dolor de las articulaciones, la fatiga, la ansiedad, la tristeza, "la impotencia de querer y no poder. Hay días que no puedes por mucho que quieras y, además, todavía no hay ningún tratamiento para la enfermedad". A esta paciente le diagnosticaron la fibromialgia al comprobar que de forma reiterada hasta las tareas más livianas le resultaban un impedimento. "Al principio me decían que era cansancio y agotamiento, pero, finalmente, tuve la suerte de que me la diagnosticaron en el hospital. Los dos años que tardaron en decirme qué tenía fueron un calvario porque las tareas diarias eran un impedimento, era algo insalvable y sólo tenía ganas de llorar. Ahora sé lo que tengo, el ánimo intento que no me flaquee y procuro seguir adelante con el mejor humor para evitar que la enfermedad se apodere de mí".
No hay comentarios:
Publicar un comentario