07 marzo 2009

En soledad

La medicina no es una ciencia exacta. Aceptada la afirmación, hay que reconocer que, en muchos casos, casi llega a serlo. La cirugía y los tratamientos farmacológicos alivian y soluciona frecuentemente la inmensa mayoría de las diferentes patologías que se presentan.
Hay que dejar al margen a las denominadas “enfermedades raras”, con un bajo índice de incidencia en la población y para las que no hay cura ni tampoco estrategias terapéuticas eficaces.

Las familias donde se dan esos casos, necesariamente, tienen que asociarse para intentar conseguir aquellos cuidados que el sistema público no les proporciona. Colectivos como familiares de enfermos de Alzheimer, esclerosis múltiple, piel de mariposa, fibromialgia, esquizofrenia, etc. luchan a diario por lograr en primer lugar la comprensión social (que no siempre existe) y el aumento de los gastos oficiales en investigación. Cada una de estas enfermedades citadas no tienen nada de extrañas en la sociedad actual, más bien aumentan alarmantemente el número de casos.

En igual situación se encuentran las enfermedades mentales, para las que, al menos ha desaparecido en parte el viejo estigma que los convertía en apestados sociales. Hace tiempo que desaparecieron los psiquiátricos y los hospitales generales albergan secciones específicas de psiquiatría; no puede decirse que fuese una mala opción porque los antiguos “manicomios” no dejaban de ser lugares inhumanos. Recuerdo uno que existía en Málaga en el cual solicité realizar un trabajo de campo, a finales de los años setenta, y no logré resistir más de dos días, dadas las condiciones que presentaba. Es cierto que las infraestructuras existentes son escasas y que enfermos que son llevados por sus familiares con la intención de ingresarlos, en plena crisis psicótica, son remitidos a sus domicilios, aunque presenten comportamientos aparentemente peligrosos. Las familias se sienten desbordadas; no son especialistas en la materia y se desesperan ante la impotencia de actuación. Les queda la única vía de los centros privados, pero ello está reservado exclusivamente a aquellas que se encuentran en muy buena situación económica porque la atención psiquiátrica en instituciones privadas es de una carestía extrema. Es un servicio para ricos.

Muchas familias sufren en soledad los desequilibrios mentales de sus hijos, padres… La cosa se agrava cuando la persona en cuestión se instala en el rechazo más contundente precisamente a aquellos familiares que tienen más cerca. ¿Quién aborda este verdadero problema de salud pública? Se dice (lo dicen los expertos) que con el extendido consumo de sustancias prohibidas, las drogas de diseño, a la vuelta de los años, las enfermedades mentales crecerán alarmantemente. ¿Se está actuando con algún tipo de previsión? Hay enfermedades (y todas las citadas se encuentran en el grupo) que tienen efectos colectivos, que determinan y limitan gravemente la vida de quienes la padecen y la de quienes se encuentran a su alrededor. Caen sobre las familias como loterías malignas o maldiciones bíblicas. En soledad se viven habitualmente pero cada vez se alzan más voces para que los poderes públicos aporten toda la ayuda necesaria para que la tragedia baje al menos a la categoría de drama.

Autor:Francisco Moyano

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