Imaginen un fármaco que lograra que gran parte de la grasa ingerida se transformara en energía, en lugar de almacenarse. Y que para ello contara con la ayuda de su propia grasa corporal. Tendríamos entonces un tratamiento eficaz para desterrar la obesidad y reducir un buen número de enfermedades relacionadas con el sobrepeso. Ese medicamento «milagro» aún está lejos de llegar a las farmacias, pero dos grupos de investigación estadounidenses acaban de dar un paso significativo para conseguirlo. En un experimento con ratones han incrementado la producción de un tipo de células (adipocitos marrones) que transforman la grasa en energía y evitan que el organismo la acumule. También han comprobado que estas células de la grasa tan especiales pueden obtenerse a partir del tejido muscular. Los detalles de esta investigación se publican hoy en la revista «Nature».
Aunque muy pocos desean tenerla, la grasa es esencial para mantener el equilibrio energético y ayudar a regular la temperatura del cuerpo. Pero no toda la grasa es igual. El metabolismo cuenta con dos tipos de tejido graso: un tejido adiposo blanco que almacena calorías «extra» y el marrón, una grasa «buena» que quema energía para mantener la temperatura adecuada. Gracias a ella se mantienen calientes los mamíferos que hibernan y los humanos al nacer.
Los adipocitos marrones son numerosos en el recién nacido, pero durante la infancia y la edad adulta estas células se desactivan. Así que el reto para la ciencia es dominar el mecanismo por el que las células de la grasa, al formarse, se convierten en marrones o blancas para poder estimular la presencia de los adipocitos «buenos».
Yu-Hua Tseng, del Centro de Diabetes Joslin, y Bruce Spiegelman, del centro oncológico Dana Farber, se han aproximado a este reto por dos vías. El grupo de Tseng ha identificado a una proteína -BMP7- como el mecanismo que regula la producción de esa grasa marrón. Y ha probado que con su ayuda pueden estimular artificialmente la producción de estas células. El primer paso para diseñar un tratamiento.
En «Nature» cuentan cómo inyectaron la proteína BMP7 a un grupo de ratones, con la ayuda de un adenovirus como vehículo. Los ratones tratados fabricaron más tejido graso bueno; pese a comer igual, engordaban menos que los que no recibieron la terapia. Lo curioso es que esta proteína regula también la formación de células musculares, aunque no otros tipos de grasa. Lo que indica que los dos tipos de adipocitos no poseen un origen común, como se pensaba.
¿Músculo o grasa?
La clave para luchar contra el sobrepeso está también en otra proteína, según el grupo del Dana Farber. Los experimentos de Spiegelman muestran que PRDM16 dirige el desarrollo de estos adipocitos «buenos». Al mismo tiempo,confirman que el músculo y los tejidos adiposos comparten etapas del desarollo. Cuando PRDM16 está presente, las células se convierten en grasa marrón y cuando está ausente se convierten en músculos. Nunca en grasa blanca.
A la luz de estos trabajos, las células musculares y los adipocitos marrones están más relacionadas de lo que se pensaba. Hasta el punto de que las células de «grasa buena» «deberían empezar a considerarse como una célula muscular que ha acumulado grasa», indica la investigadora Barbara Cannon en un comentario que acompaña los artículos.
Esa proximidad es lo que permitió a los investigadores del Dana-Farber crear en el laboratorio nuevos adipocitos marrones a partir del tejido muscular de ratones. Y abrir así nuevas posibilidades de tratamiento. Una de ellas sería desarrollar terapias, con la proteína PRDM16 como diana, para transformar la grasa blanca en marrón. Bastaría con que el 2% de los adipocitos blancos de una persona obesa se convirtieran en marrones para acabar con el problema.
Los científicos también creen que se podrían trasplantar adipocitos «buenos», creados en laboratorio, en las personas con sobrepeso para acelerar la quema de calorías. O, quizá, dirigir a las células musculares para que se transformen en células «quema grasa».
En busca del fármaco perfecto
En el comentario editorial, Cannon dice que las dos investigaciones nos aproximan a una nueva vía para el tratamiento de la obesidad, teniendo como ayuda a estas células marrones «buenas».
La industria farmacéutica lleva años esforzándose por conseguir nuevas moléculas que permitan combatir la epidemia de obesidad. Aún no se ha encontrado un fármaco antiobesidad perfecto. Tampoco hay dietas mágicas. Como el sobrepeso es un desequilibrio entre la energía ingerida y la quemada, las terapias y dietas suelen centrarse en la ingesta -que se coma menos o se absorba en menor medida-sin reparar en la quema.
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