Cansancio emocional
Los médicos han definido como “cansancio emocional” o “estar quemado” a una nueva y grave patología de agotamiento profesional, especialmente observada en Occidente.
Tener fatiga extrema, pérdida de atención e interés por la vida y trabajo; padecer insomnio y pensamientos obsesivos con una visión negativa, llegando hasta la depresión, son algunos de los síntomas.
“Burnout” le llaman los estadounidenses.
Más frecuente en el mundo occidentalizado en hombres que mujeres, entre profesionistas independientes y profesores. En todos los casos se presenta incapacidad intelectual secundaria por desgaste emocional, en personas sometidas a períodos prolongados de constante estrés. Los enfermos creen ser ineficientes en su desempeño laboral y muestran cambios de conducta, llegando a alterar seriamente la vida familiar; es un fenómeno común en las grandes ciudades y la Comarca Lagunera no es excepción. Los afectados –especialmente los mayores– pueden creer que hay muchos otros que pueden hacer mejor su trabajo, comparando su vitalidad física disminuida con el ímpetu de los jóvenes profesionistas, dejando de lado los argumentos validados por la experiencia y práctica de años de esfuerzo.
También pueden aparecer síntomas conocidos como “psicosomáticos”, tales como dolores musculares atípicos, cefaleas, insomnio, adormecimientos o entumecimientos del cuerpo, impotencia sexual en los varones y pérdida de la libido en mujeres. Los jóvenes médicos aplican en estos pacientes toda la sapiencia tecnológica sin encontrar causas aparentes; los más viejos, luego de descartar enfermedades orgánicas, llegan al desconcierto diciendo: “–¡no encuentro ninguna anormalidad física!” y hasta piensan en simulación del enfermo. Finalmente diagnostican “desgaste por estrés” o aplican el término “idiopático”, por no encontrar mejor expresión para definir la enfermedad.
Habrá que agregar que genera grandes pérdidas de dinero a empresas y personas físicas. ¿Ya empieza a encontrar relación de las causas y los efectos?
El mundo actual nos enfrenta a los humanos a pruebas de desgaste emocional y físico para los que no fuimos construidos; la competencia laboral es intensa y los costos de la vida son desproporcionados a la capacidad que tenemos la gran mayoría de las personas para poder satisfacerlos.
Producir con calidad, a bajo costo y en mayores volúmenes, son objetivos de cualquier institución industrial o comercial del mundo globalizado; combatir desventajas de precios bajos con más ventas, “sistematizar” hasta lograr “repeticiones” más rápidas y efectivas, agregando otros muchos terminajos inventados por el sistema económico del presente, nos han llevado a una carrera en que se requiere, para ganar, sacrificar la condición elemental para lo que fuimos hechos: alcanzar la realización a partir de vivir la verdadera felicidad.
Hemos llegado a invertir conceptos; entre otros, las razones nobles, vivificantes, cabalmente enriquecedoras del trabajo. Ya no trabajamos para vivir, ahora “vivimos” para trabajar, ganar dinero y poder comprar; lograr sobrevivir. ¿No le parece una forma muy sofisticada de esclavitud? De primera intención, pareciera que estamos condenados a la infelicidad y que el futuro que nos espera, especialmente a las nuevas generaciones, es de tristeza, desolación y desesperanza. Le aseguro que esta afirmación de los negativistas es falsa.
La receta mágica no existe, pero sí hay muchas pequeñas alternativas que se pueden aplicar en la vida diaria, personal y familiar, que seguramente ayudarán a que nos libremos o al menos aflojemos el yugo del sistema de vida que nos han impuesto. El más importante: encontrar la verdad que nos genera felicidad; descubrirá que muchas aspiraciones son artificiales y las hemos adoptado por aceptar competir en esa carrera loca que nos han impuesto.
Empezar por analizar la economía personal y familiar: ¿qué tanto necesitamos lo que compramos? Un ejemplo pueden ser los aparatos electrodomésticos: ¿cuántos televisores tiene en casa? y ¿cuántos realmente requiere?; ¿de verdad es imprescindible lo nuevo tecnológico para alcanzar confort? ¿Qué hace para combatir el aburrimiento?; aún más: ¿qué creen necesitar sus familiares –en especial los jóvenes– para combatirlo? Disfrutar de la vida en familia da placer y relajamiento, actividad que nos han hecho olvidar para manipularnos y obligarnos a consumir.
Y …¿qué me dice de ropa de moda, autos, juegos electrónicos, pago de entradas a centros de espectáculos y antros? Siga sumando y si aún no se ha convencido, agregue otros muchos superfluos, como viajes de turismo y pago de elevadas cuentas en restaurantes y bares lujosos. Calcule costos para mantenerse al día y sorpréndase. Luego, rescate la verdadera felicidad: descubra el placer de las comidas en familia, las pláticas amenas que se gozan cuando logramos que los jóvenes confíen en los mayores; la enorme satisfacción de hacer ejercicio, que además aporta salud. Redescubra leer y ver menos horas televisión; tomarse un refresco o café con amigos, sin invertir en comidas o cenas caras, sofisticadas y hasta indigestas; planee más horas conviviendo en casa.
Sin duda usted encontrará muchas alternativas para vivir mejor, sin desgastarse inútilmente terminando “quemado”. Le toca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario