23 agosto 2009

Estrés... veneno para tu cerebro


Aunque haya muchos tipos y grados de estrés, es preciso atajarlo cuando aparece para evitar trastornos mentales, enfermedades autoinmunes o enfermedades de la piel.

El estrés es una experiencia de inestabilidad psicológica como respuesta a factores ambientales externos.

Esta enfermedad es una fuente de patología y produce efectos a corto, medio y largo plazo.

Además, puede dañar el cerebro a nivel molecular y desde ahí, extender su daño a través de las hormonas al resto del cuerpo.

Por tanto, el mejor tratamiento es prevenirlo y una vez que se padece, intentar superarlo cuanto antes.

Así lo consideran destacados especialistas en la materia, entre ellos investigadores del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red de Salud Mental (Cibersam).

Entre los desencadenantes del estrés están el exceso de información, el daño, el aislamiento, la presión grupal y la frustración.

Su presencia se puede manifestar en varias etapas, desde los primeros síntomas de alarma derivados de la tensión muscular, a la etapa de resistencia con el síntoma de tensión psíquica.

Si persiste en el tiempo, puede degenerar en agotamiento, con síntomas físicos somáticos.

Entre los síntomas psíquicos del estrés se encuentran el nerviosismo, la alerta, el insomnio, la falta de concentración y memoria, la irritabilidad, tristeza, falta de energía, disminución de la sociabilidad y desmotivación Como manifestaciones El estrés puede dañar el cerebro a nivel molecular y desde ahí, extender su daño a través de las hormonas al resto del cuerpo.

físicas destacan la sensación de ahogo, rigidez muscular, pupilas dilatadas, tensión alta, úlceras, cefaleas, etc. En cuanto a las consecuencias fisiológicas varían desde tener el cerebro activado permanentemente para la acción, sentidos alerta, hormonas, aceleración del pulso, respiración más profunda y músculos tensos, entre otros.

Esto puede desembocar en un trastorno de ansiedad. El estrés puede variar según sea el entorno que lo causa, su duración, la intensidad de éste y las consecuencias clínicas.

Por la naturaleza del entorno, cabe distinguir el “síndrome del quemado” o mobbing en el contexto laboral; tener padres mayores, enfermos crónicos o hijos problemáticos, en el entorno familiar; tener altas expectativas, incapacidad, abuso, acoso, exceso de responsabilidad o agendas cargadas; y además están los clásicos problemas económicos o con los vecinos, por ejemplo, en el ámbito social.

Si consideramos el estrés desde la perspectiva de la duración del estresor, se habla de estrés agudo cuando deriva de un acontecimiento puntual, como puede ser una muerte, una separación o un accidente.

El estrés se convierte en crónico si la situación estresante se prolonga en el tiempo; ejemplos de esto son el ya citado “síndrome del quemado” o el acoso escolar.

En cuanto a la intensidad del estresor, se pueden encontrar diferentes tipos de estrés: leve, coincidiendo con una gripe, una época de más trabajo o la enfermedad de un compañero; moderado, producido por un vecino problemático o la muerte anunciada de un familiar mayor; o bien grave, producido por una catástrofe, un atentado terrorista o una violación, por poner algunos casos de situaciones estresantes de diferentes niveles.

Dependiendo de las consecuencias clínicas, el estrés puede causar, desencadenar o perpetuar patologías agudas.

En estas situaciones se presentan síntomas de ansiedad, depresión, conductuales o bien mixtos, que son leves y recortados en el tiempo y no duran más de unos meses.

Pero también provocar patologías más fuertes, como los trastornos por estrés postraumático y trastornos afectivos.

Finalmente, el estrés puede dar origen a patologías crónicas, como el síndrome de fatiga crónica, fibromialgia y trastornos somatomorfos, en los que el estresor es crónico y los síntomas permanecen durante largo tiempo.

Por otro lado, el estrés puede desencadenar trastornos mentales (episodios depresivos, maníacos y psicóticos), las enfermedades autoinmunes (lupus, espondilitis anquilopoyética y colitis ulcerosa) y enfermedades dermatológicas (psoriasis y dermatitis en general), así como enfermedades degenerativas como las demencias.

Según los expertos, para superar el estrés lo mejor es evitarlo con modos sanos de vida, comunicarlo, resistirlo creyendo en uno mismo, limitarlo y tratarlo con ayuda profesional.

Una vez que se padece, hay que intentar superarlo lo antes posible, pues cuanto más se prolongue en el tiempo, más patologías puede desencadenar llegando a perpetuarlas.


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