La medida, adoptada en contra de la voluntad de los padres, fue tomada porque el niño «sufría un dolor intolerable»
enía nueve meses y padecía un extraño desorden metabólico, lo que le había causado daños cerebrales y graves problemas respiratorios. Falleció ayer por la mañana, al retirársele la respiración asistida, después de que una sentencia judicial refrendara el deseo de los médicos de no causar más dolor al pequeño, ante la nula perspectiva de mejora.
enía nueve meses y padecía un extraño desorden metabólico, lo que le había causado daños cerebrales y graves problemas respiratorios. Falleció ayer por la mañana, al retirársele la respiración asistida, después de que una sentencia judicial refrendara el deseo de los médicos de no causar más dolor al pequeño, ante la nula perspectiva de mejora.
Los padres habían recurrido a los tribunales en desacuerdo con los médicos que atendían al bebé -denominado «Baby OT» en todo el proceso judicial para que ni él ni sus padres fueran identificados públicamente-, ya que consideraban que al tratarse de una enfermedad rara había que dar más tiempo a posibles tratamientos. También negaban que el sufrimiento del bebé fuera insorportable, pues incluso las enfermeras apreciaban momentos en los que el pequeño expresaba satisfacción. Los jueces establecieron el pasado jueves que, en interés del niño, los médicos podían retirar «el tratamiento que le mantiene en vida». Esa decisión fue ratificada el viernes por el Tribunal de Apelación.
Casos similares han sido abordados en los últimos años por la Justicia británica, ante la creciente potestad que están recibiendo los médicos para que decidan si los bebés con graves enfermedades dan reales esperanzas de recuperación o si el tratamiento que se les aplica les produce un daño intolerable. Las sentencias han sido de diverso signo. En 2006, por ejemplo, el juez dio la razón a los padres de un niño de 19 meses que padecía atrofia muscular, que reclamaban que no le fuera quitada la respiración artificial. «Baby OT» no ha corrido la misma suerte.
«La verdadera discusión»
«Estamos convencidos, y siempre lo estaremos, de que a pesar de sus desesperados problemas su vida es valiosa y merece ser preservada tanto como sea posible hacerlo sin causarle indebido dolor», indicaron sus padres en un comunicado tras perder su derecho de apelación y poco antes de que el bebé muriera. «Esta era la verdadera discusión entre nosotros y los médicos. Ellos piensan que su vida es intolerable y que su discapacidad es tal que su vida tiene poco sentido; pero nosotros, junto con algunas de las enfermeras, creemos que experimenta placer y que tiene largos periodos en los que está relajado y libre de dolor. Nuestra creencia en su humanidad y en su valor inherente han justificado que hayamos dado todos estos pasos para apoyarle», indicaron.
A pesar de su enfrentamiento con el hospital de la Seguridad Social británica que ha atendido a «Baby OT», los padres expresaron su «enorme agradecimiento por el enorme esfuerzo» puesto en mantener la vida del bebé desde su nacimiento, así como por afrontar el «masivo coste» económico que ha supuesto su atención.
Los padres acogieron «profundamente apenados» la sentencia final del Tribunal de Apelación, y manifestaron su deseo de al menos tener el consuelo de poder estar un tiempo con su «hermoso y querido» hijo antes de que se le retirara la respiración asistida, con el fin de «disfrutar» con él el tiempo que aún le quedara de vida.
Cuando se produjo su muerte, otro comunicado de la familia explicó que ésta había estado junto al bebé en sus últimas horas. «Murió en paz. Le echaremos mucho de menos. Durante su corta vida con nosotros, OT se convirtió en el centro de nuestras vidas. Queremos decir que estamos orgullosos de haber conocido a nuestro hermoso hijo en su corta vida», dijeron, poco después del fallecimiento, producido a las diez de la mañana de ayer.
El hospital, junto con los médicos que atendían al bebé, había argumentado en el proceso judicial que el niño estaba sufriendo un dolor intolerable debido a sus condiciones de salud y al tratamiento al que era sometido, y que no presentaba perspectiva de recuperación.
Los dos lores jueces del Tribunal de Apelación expresaron su «más profunda simpatía» hacia la lucha mantenida por los padres en defensa de la vida de su bebé, y avanzaron que más adelante aportarán las razones por las que han decidido alinearse con la posición de los médicos.
Contra la voluntas de los padres
En octubre de 2004 un polémico fallo judicial abrió en Reino Unido el debate sobre si son los médicos o los padres quienes deben tener la última palabra sobre la aplicación de un tratamiento. Charlotte era un bebé de once meses nacido prematuramente con serios problemas de corazón y pulmón y que no había salido del hospital de Portsmouth desde que naciera. Después de que sus diferentes problemas de salud obligaran a reanimarla en tres ocasiones y otras cinco se prolongó su vida con respiración artificial, una sentencia de la Corte Real autorizó a los médicos que la trataban a no realizarle una traqueotomía en caso de que volviera a sufrir una crisis respiratoria. El juez consideró entonces, siguiendo el criterio de los médicos del hospital de Portsmouth, que supondría un tratamiento especialmente doloroso que tampoco aseguraría una vida soportable y, por tanto, sería actuar en contra de los intereses del bebé.
Los padres, Darren y Debbie Wyatt, que entonces tenían 33 y 23 años, respectivamente, y de manifiestas creencias cristianas, acogieron con dolor la sentencia de la Corte Real, que ponía fin a una larga lucha por la vida de la niña, aunque no recurrieron la decisión.
La decisión contó con el acuerdo de la Asociación Médica Británica, que insistió en que son los facultativos los que cuentan con suficiente conocimiento para determinar la convenencia o no de aplicar medios excepcionales en situaciones especialmente graves. Algunas organizaciones católicas, en cambio, lamentaron que no se tuviera en cuenta la voluntad de los padres.
Contra el criterio de los médicos
Un bebé de 19 meses con una grave atrofia muscular espinal, que le mantenía prácticamente paralizado en un hospital inglés, ganó en marzo de 2006 el derecho a seguir con vida, en un pleito que sus padres mantenían contra el centro sanitario.
El juez del Tribunal Supremo que dirimió el caso valoró que el niño era capaz de «obtener placer» en la relación con sus padres, lo que venía a mitigar el sufrimiento que le provocaba la respiración asistida permanente a la que estaba sujeto.
El juez desestimó así el dictamen de catorce médicos que solicitaban que debía dejarse morir al bebé, que se encontraba en ese estado desde que tenía siete semanas de vida y no podía respirar sin ayuda, masticar o tragar. «En este momento -consideró el magistrado entonces- no va en el interés del niño» suspender la ventilación. No obstante, advirtió de que si su situación empeoraba, los médicos no deberían emplear más medios extraordinarios que le supongan un sufrimiento excesivo. Así, no estaban obligados a aplicar un fuerte tratamiento de reanimación si sufría un paro cardíaco, ni a suministrarle antibióticos si desarrollaba una grave infección.
Los padres del bebé, conocido en el proceso judicial únicamente como «Baby MB», contaban entonces que el pequeño reaccionaba ante dibujos animados como «Shrek» y «Buscando a Nemo» y que podía relacionarse afectivamente con la familia. En su fallo, el juez consideró que aunque el pequeño no podía disfrutar de otras cuestiones típicas de la infancia, sí podía oír, ver y sentir el vínculo de su familia, que estaba con él en el hospital ocho horas cada día.
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