15 enero 2009

Apología del maltrato

Esta carta tiene relación con el artículo publicado el día 7 de enero: ‘Guillermo Rendueles: A la consulta llegan malvivires sin solución’.

Como habrá podido comprobar, el número de comentarios que han generado tan singulares declaraciones, han ido en aumento. No tengo la desgracia de padecer Fibromialgia, pero sí Síndrome de Fatiga Crónica, enfermedad también denostada por una parte de los ‘profesionales’ de nuestro país, aunque ampliamente estudiada y demostrada desde hace casi treinta años más allá de los Pirineos, concretamente en la OMS, al igual que la Fibromialgia.

He de felicitarle, porque hacía tiempo que no veía que un artículo más o menos ofensivo hacia los enfermos suscitara tal revuelo. No sólo en los comentarios que responden al mismo, sino en los diversos foros de asociaciones de enfermos de nuestro país, y créame, hoy ustedes han estado en boca de todos, motivo por el que hay que darle la enhorabuena. En nuestro sistema sanitario contamos con un porcentaje elevado de médicos con síndrome de ‘burnout’ o sea, quemados. Que no se actualizan ni cojen una publicación médica más que para mirarla de soslayo y afirmar categóricamente: ‘Yo soy más listo que todos ésos’.

Me siento profundamente dolido por este artículo, escrito, como es evidente, por alguien que desconoce totalmente los últimos treinta años de investigación médica. ¿No siente usted, aunque sea sólo un poco, vergüenza por publicar semejantes ataques contra personas que no pueden defenderse? ¿Publicaría usted un artículo de un etarra que declarara que todos los españoles son unos embusteros y que el pueblo vasco tiene que sorpotar sus mentiras? ¿no? ¿Por qué? No soy quién para pedirle a usted o a nadie responsabilidad alguna, al fin y al cabo hay libertad de expersión y ojalá que dure, pero al menos le ruego medite un poco antes de dar carta blanca para publicar artículos ofensivos, sin base científica alguna, y llenos de odio como el de este señor.


Guillermo Rendueles: ‘A la consulta llegan malvivires sin solución’
ENTREVISTA
Psiquiatra
Maribel Outeiriño - OURENSE - 07-01-2009
Un usuario gorrón de la sanidad pública es el que, por ejemplo, se esconde en la socorrida baja laboral para escapar de un mundo que ya no controla y que no le gusta. A esta conclusión llegó el psiquiatra Guillermo Rendueles en el artículo ‘El usuario gorrón y el psiquiatra quemado’.

El usuario gorrón y el psiquiatra quemado’ es el expresivo título tras el que se esconde un artículo en el que el psiquiatra Guillermo Rendueles expone reflexiones de su experiencia profesional en Gijón trabajando para la Seguridad Social. El usuario, que no enfermo y ni siquiera paciente, es de esa mayoría de ciudadanos que hacen uso y abuso de la atención psiquiátrica, el que se refugia en la socorrida baja para escapar de un mundo que no le gusta o no controla; el que confunde la tristeza con la depresión; el que utiliza la consulta para pedir opinión sobre su complicada relación matrimonial o los conflictos de un hijo mal educado. El usuario se convierte en gorrón cuando hace lo posible e imposible porque lo declaren lo más inútil posible. ‘Es -explica Rendueles- cuando el enfermo quiere cobrar por estar enfermo’.

Rendueles, hombre afable, cálido, conciso y claro como sólo lo son los que saben bien de qué hablan, valiente en su exposición, estuvo en Ourense invitado por la Academia Médico Quirúrgica. Lo que sigue es el resumen de una breve conversación mantenida con él.

¿Supongo que utilizar el término ‘usuario’ y no paciente ni enfermo es premeditado?
Sí. En ese artículo trato de explicar la sobrecarga que se vive en los centros de salud en los que a los psiquiatras nos llegan quejas y malvivires para los que no tenemos solución. Ya casi no vemos en la consulta al clásico loco. De los 13 pacientes que veo al día no me encuentro ni con dos enfermos de verdad. Todo son malvivires y acabas sintiéndote ineficaz porque no tienes las soluciones que te exigen. Todo esto ocurre porque han desaparecido las viejas redes sociales, la familia o los sindicatos en el caso del trabajo que solucionaban la vida a la gente, por el individualismo y la psiquiatrización de la vida. Creo que el sistema sanitario no es culpable. En una situación así los psiquiatras nos hemos convertido en el paño de lágrimas de la gente.

Usted sostiene que el paciente miente mucho.Mucho.
Un diez por ciento de las bajas que damos son simuladas y ya hay auténticos expertos en la mentira. Los últimos trabajos dicen que los ciudadanos católicos somos más simuladores que los protestantes, por ejemplo. Para evitar esos fraudes, hay sistemas como el de Estados Unidos donde hay un límite de tiempo de baja y a partir de ahí dejas de cobrar. Otra solución sería la propuesta dada ya por Freud, consistente en cobrar las consultas psiquiátricas en la Seguridad Social
¿Y qué puede hacer el médico ante el paciente gorrón?
Tratar de resistir la presión, no darle lo que pide.
¿Ahora mismo hay alguna enfermedad especialmente mentirosa?
La histeria clásica ha sido sustituida por la fibromialgia, enfermedad mayoritariamente femenina. Más que de mentirosa se trata de gente que se engaña a sí misma. Ellas mismas se diagnostican y aunque todos los análisis dan bien, ellas se declaran enfermas. Se han convertido en un ‘lobby’, sobre todo en Cataluña gracias a la política de Manuela de Madrid, autora de un libro de muchísimo éxito que además ha conseguido que la Generalitat monte cinco consultas dedicadas a la fibromialgia. La mayoría no sigue tratamiento psicológico y se agarra a la medicación.

Usted habla también de la enfermedad utilizada como disculpa penal.
Se trata de gente, los delincuentes, que ha perdido el sentido del bien, ha perdido el sentido moral de la vida y nos llaman a los psiquiatras para que asumamos si es capaz de hacer el mal. A veces su curación está en asumir una norma moral. Los psiquiatras intervinieron por primera vez en un juicio en los años veinte, en el de la gallega Aurora, acusada de matar a su hija Hildegar para salvarla de los que, según ella, la perseguían. Hoy a los psiquiatras se nos encarga la gestión del mal, que demos soluciones a su existencia.






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