Un estudio revela la falta de terapias eficaces contra la fibromialgia
Investigadores aragoneses han analizado los resultados de distintos tratamientos en 7.700 pacientes. En la comunidad hay entre 40.000 y 50.000 afectados por esta enfermedad.
Fibromialgia. La propia palabra ya da señas de lo dolorosa que es esta enfermedad, tan difícil de diagnosticar como incapacitante. Ahora, un grupo de médicos de familia y especialistas aragoneses han llevado a cabo un amplio estudio que arroja un poco más de luz sobre el mejor tratamiento de la patología y la necesidad o no de crear más recursos.
En concreto, se trata de un artículo que se ha dado a conocer en la revista Artritis Research Therapy -la segunda publicación más importante de reumatología a nivel internacional- y que ha sido realizado por el equipo "Red de Investigación de Atención Primaria de Aragón", cuyos miembros principales son el psiquiatra del Miguel Servet Javier García Campayo como coordinador y los médicos de cabecera Rosa Magallón y Jesús Magdalena.
En el mismo se han analizado 33 estudios sobre fármacos o ensayos controlados aleatorizados (los más perfectos científicamente). Dentro de ellos se ha estudiado el proceso de más de 7.700 pacientes de fibromialgia de 11 países diferentes.
Esta investigación comprueba por primera vez algo que enfermos y profesionales ya sufrían a diario: todos los tratamientos que se usan actualmente tienen una eficacia moderada. Con ellos se consigue que más de la mitad de los pacientes puedan seguir trabajando, pero no que mejoren al 100%.
También se constata que, aunque hay varios tratamientos, no hay uno que sobresalga sobre el resto, sino que más bien se deben combinar. Las terapias farmacológicas (analgésicos, antidepresivos…) son parecidas en efectividad a las psicológicas y a las físicas (ejercicios, masaje…). Por eso, se recomienda complementarlas.
Los especialistas no quieren lanzar un mensaje desesperanzador a los afectados, pero insisten en que se debe ser realista a la hora de enfrentarse a este mal.
El calvario de estos enfermos es notable. Está afectada entre un 2% y un 3% de la población, por lo que se estima que en Aragón hay entre 40.000 y 50.000 enfermos, de los que la mayoría son mujeres. "En realidad, no se diagnosticó como tal hasta 1993, y durante mucho tiempo ha habido médicos poco crédulos, que decían que era algo de tipo depresivo o que no tenía una base real… Lo cierto es que es muy difícil de diagnosticar, y los pacientes sufren las consecuencias", explica Javier García Campayo, coordinador del estudio.
Unidades específicas
Otro de los puntos de la investigación contradice las demandas de los propios pacientes. La mayoría de ellos piden unidades específicas de fibromialgia. Solo existen tres en España y una de ellas está en Aragón (se compone de un reumatólogo, un psiquiatra y un neurólogo).
No obstante, Javier García y Jesús Magdalena, médico de familia de Azuara, han constatado que la mayoría de los tratamientos son accesibles para el médico de cabecera, que puede atender a la gran mayoría de los pacientes. No obstante, estas unidades sí que se consideran muy útiles para investigación y para los casos más difíciles (que son menos del 10%, según el informe).
Lo cierto es que se necesita seguir avanzando en el conocimiento de esta patología, de la que todavía se desconoce la causa. Cierto componente genético o el hecho de que suele aparecer en personas que han padecido depresiones o accidentes dan algunas pistas sobre sus orígenes.
Sí que se sospecha que causa una hiperactivación de las zonas cerebrales (tálamo y otros ganglios basales) que procesan el dolor en el cerebro.
Diagnóstico precoz
Este ambicioso estudio aclara además que las posibilidades de éxito dependen de dos factores: la juventud y el diagnóstico. "Las personas jóvenes a las que se les diagnostica pronto tienen mejor evolución", aclara Jesús Magdalena.
En concreto, quienes reciben tratamiento en los dos o tres años tras ser diagnosticados responden mejor a la terapia en general, así como los que tienen menos de 40 años. Por contra, el país en el que se trata, el sexo del paciente o el tipo de médico (de familia o especialista) no influyen en el resultado de la terapia.
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