15 mayo 2009

LOS MALES MENORES

Publicado en El Periódico de Catalunya

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En el fragor del combate contra la extraña gripe de los enmascarados, las otras enfermedades pasan desapercibidas. Anteayer, día 12, se conmemoraba el Día Internacional del Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) y de la Fibromialgia. Me llega un libro de Clara Valverde que ayer se presentó en el auditorio de la ONCE con un título ingenioso y dramático: Pues tienes buena cara.
La autora define el SFC como una enfermedad políticamente incorrecta. Al menos así se infiere de la escasa repercusión que tiene en la sociedad y en la medicina oficial. Se trata de una enfermedad invalidante que conlleva una altísima exclusión social, pero que los que no la padecen suelen menospreciar. La respuesta de los sanos consiste en dudar del enfermo de SFC y decirle: "Pues tienes buena cara". Sin duda, los que padecen esa enfermedad no ofrecen la imagen de Stephen Hawking postrado en su silla de ruedas por la esclerosis lateral amiotrófica. Tampoco se percibe en esos enfermos la alopecia de la quimioterapia contra el cáncer. Se trata de enfermos, ya ven, con buena cara. En ellos, la procesión va por dentro. Y sienten el dolor físico de su síndrome y el dolor espiritual de no ser ni comprendidos ni siquiera creídos por médicos y políticos.
Tanto la nueva gripe como el SFC comportan dos efectos secundarios que afectan a la sociedad. La gripe, en tanto que flagelo mortal, moviliza a los estados y prescribe como remedio el aislamiento de los individuos. El culpable de la posible infección ya no es el virus, sino el humano transmisor. Se nos viene a decir que la muerte llegará por la proximidad de otro como nosotros. No habrá besos, ni caricias, ni siquiera palabras dichas al oído. El sistema político-sanitario mundial reconoce que a la gripe no se la puede atacar. De la gripe solo nos podemos defender. Y nos defenderemos estigmatizando a los portadores, recluyéndoles en ámbitos cerrados, sospechando de ellos, aislándoles en sus países. A estas alturas, la nueva gripe ha matado a alguna gente, pero ha destruido la confianza mutua entre millones de personas que deseaban encontrarse, cuidarse y comprenderse. Desde las antiguas islas de leprosos hasta hoy, poco se ha avanzado.
El efecto secundario de la SFC es todo lo contrario. Conscientes de que la fatiga crónica no se contagia, el mejor remedio es la ignorancia. El sistema político-sanitario también desprecia cuanto ignora. Si los afectados hacen buena cara, ¿para qué invertir en investigación por lo que, al fin y al cabo, solo puede ser considerado un mal menor? El mensaje oficial ante lo desconocido refuerza la cínica idea de que no se puede luchar por una sociedad absolutamente sana. Se trata de evitar muertes. Pero nadie se va a preocupar de la calidad de vida de esos centenares de miles de personas que sienten el doble dolor del cuerpo y del alma. Hay cosas del cuerpo que no interesan al sistema. Y para las cosas del alma ya están los curas occidentales o los curanderos orientales. Caso cerrado, señora. Yo también estoy muy cansado. Y además tiene usted muy buena cara para estar enferma.
El neohigienismo necesita enemigos visibles. De ahí la cruzada contra el tabaco, el alcohol o el sedentarismo. Luchar contra algo conocido siempre compensa. En cambio, dudar de lo que no se conoce exige una grandeza de miras que el sistema político-sanitario no está dispuesto a admitir. Pero cuando el mal menor afecta a tanta gente, merece una respuesta mayor que la de dar el alta porque el paciente tiene buena cara.

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