18 enero 2009

La terapia de «Mago» y «Linda» Una actividad subvencionada por diez empresas para aliviar el coste


Lara Fernández, Ketty Vives (de azul)
y Ángeles Santos suben a la montura a Carlos Sastre


David Poza y Carlos Sastre, de 7 y 8 años, experimentan en el Chas los beneficios del trabajo con caballos

«Mago» y «Linda» son, sin desmerecer a nadie, los mejores fisioterapeutas que a día de hoy tienen Carlos Sastre, de 8 años, y David Poza, de 7. Saben dar el calor justo a las articulaciones de los dos pequeños, tonifican sus músculos, se los relajan hasta extremos insospechados, con su ayuda pueden trotar y caminar a paso ligero; levantan el ánimo, mejoran el equilibrio, la coordinación y, sobre todo, «los hacen sentirse importantes», dice Ana Álvarez. Ella es la madre de Carlos, un niño que a diario, con un humor excelente y unas ganas de hablar agotadoras -pese a sus evidentes dificultades-, se enfrenta a su parálisis cerebral; David, algo más tímido, hace lo propio con una distrofia muscular de Duchenne que progresivamente le puede ir atrofiando el cuerpo.

«Mago» y «Linda» no tienen ningún título de expertos, sólo son dos caballos de tamaño medio, cruce de percherones, muy dóciles y trabajadores. Se dejan montar, cepillar, dar de comer y, llegado el caso, se convierten en los principales cuidadores de unos jinetes como Carlos y David, que no siempre tienen ni el tacto ni la habilidad de los especialistas. Por todo esto los dos animales son pieza fundamental del proyecto «Empieza montando», un curso de hipoterapia que está arrancando en el Club Hípico Astur (Chas) de la mano de la Asociación Asturiana de Terapias Ecuestres.

Ketty Vives es la directora de la escuela terapéutica, que ya tiene cerca de 40 alumnos entre los 3 y los 50 años con los más diversos diagnósticos: autismo, enfermedad mental, ceguera, síndrome de Down, trastornos madurativos, patologías neuronales... Vives, profesora de Educación Especial, es desde hace una década una entusiasta de la hipoterapia. «La terapia con caballos es totalmente beneficiosa; se basa en aprovechar los movimientos de estos animales para tratar diferentes problemas físicos y psíquicos de los enfermos, con la ventaja de que ellos en todo momento se lo toman como un juego, algo novedoso que les gusta mucho, y se olvidan de lo tediosas que pueden llegar a ser las sesiones normales de terapia a las que están obligados a someterse para ganarle tiempo y calidad de vida a la enfermedad», explica Ketty Vives.

De todo eso dan fe Ana Álvarez y Begoña Pellitero, las madres de los dos alumnos de la escuela. Desde el pasado mes de septiembre, una vez por semana, Ana y Carlos se desplazan desde Nava a Gijón para la sesión de hipoterapia. «Veraneamos en Lamuño (Cudillero) y cerca de nuestra casa hay un picadero. Hace ya algún tiempo que todo el mundo nos decía que probásemos con este tipo de terapias, porque eran muy eficaces. Además, a Carlos le gustan todos los bichos, a excepción de las gallinas y los gatos. El caso es que finalmente nos decidimos y estamos encantados. La terapia es maravillosa y el niño viene contentísimo. Y si él está genial, yo también», expone.

Al pequeño David sus padres le inscribieron por recomendación de la neuropediatra. Pasó un año en el Asturcón y ahora, desde septiembre, acude al Chas un día por semana. Durante una hora comparte juegos y actividades con Carlos, su compañero. «Viene muy contento y, además de eso, los beneficios físicos son grandes. Su columna, gracias al trote y al paseo que hace con el animal, no se está dañando tan rápidamente como en otros casos, se mantiene más tonificada y creo que puede ser por la terapia», explica su madre, Begoña Pellitero. Ana Álvarez, por su parte, se mantiene prudente con los beneficios físicos de su hijo: «Para él aún es pronto, sólo son 10 o 12 sesiones y no lleva tanto tiempo como David para valorar, pero lo que tengo claro es que cuando se baja del caballo la relajación de su cuerpo es enorme. Su enfermedad le provoca espasticidad (una gran tensión muscular) y cuando sale de aquí va en el coche tan guapo, más relajado de lo normal». Y qué decir de la parte psicológica. «Ésa es fundamental. Para estos niños estar con el caballo es un estímulo total, se sienten importantes subidos ahí arriba, se ven capaces de llevar las riendas, dominan la situación... Necesitamos que se den más apoyos a este tipo de proyectos, porque son terapias que funcionan, y no tenemos tanto a lo que aferrarnos», dicen ambas madres.

Ketty Vives lleva años peleando por poder ofrecer en condiciones ventajosas cursos de hipoterapia como el que ahora da en el Chas de martes a jueves, de 16 a 20 horas, y sábados y domingos de 15 a 20 horas. Es consciente de que se trata de una actividad cara, ya que los grupos son pequeños, de dos o tres niños como mucho cada hora, y para ello necesita un mínimo de uno o dos monitores por alumno. Para ofrecer el actual proyecto Vives dispone de tres caballos alojados en el Chas, y tiene dos más de reserva para que ninguna lesión o problema los deje sin clases. Y los animales comen y requieren cuidados que también suman. «Estas terapias tienen un coste real de 250 euros mensuales, pero gracias a las subvenciones podemos ofrecerlas más baratas», explica Vives. Cajastur, el Patronato Deportivo Municipal, el Gobierno regional, Talleres El Siglo, Casino de Asturias, Oquendo, Dicar, Carfama y el grupo Roxu son quienes están abaratando las sesiones a las familias asturianas. Además, la Asociación Asturiana de Terapias Ecuestres (teléfono 606629033) tiene convenios con dos agrupaciones, Nora, de Siero, y Emburria, de Cangas de Onís, cuyos afiliados también logran beneficios. En el caso de Carlos, su presencia en el Chas es fruto del convenio con Nora, de ahí que pague por las clases menos de los 100 euros mensuales que abona su amigo David. En lo que son idénticos es en entusiasmo: «Nos gusta mucho trotar», dicen convencidos. Su cara y sus mimos a «Mago» y «Linda» lo expresan todo.

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