Nuestro cuerpo tiene fuerza para moverse con estabilidad y fuerza gracias a los músculos, que convierten las señales cerebrales en impulsos motores sobre los huesos y otros elementos.
Además de tener un riego sanguíneo más o menos visible o localizado en forma de arterias, los músculos requierer una inervación que permita la llegada los impulsos neuroeléctricos. Esos nervios provienen de ramas relacionadas con sistemas de control voluntario o automático. Las ramificaciones nerviosas acaban en la propia célula muscular en la que dejan el impulso necesario para su contracción.
Las células básicas
Para que una célula se contraiga es necesario que existan estructuras moleculares que le den firmeza y elasticidad, así como otras que sean capaces de provocar esos cambios. Hay moléculas que, ancladas en la pared celular, se distribuyen por el interior de la célula. Estas moléculas permiten mantener la célula estable. Ahora bien, hay otras extructuras moléculares que son capaces de generar cambios en la forma celular, a través de una contracción. Entre estas moléculas destaca la actina y miosina. Tras un determinado estímulo y gracias a la acción de algunos minerales, se producen esos cambios que dan lugar a que esa estructura filamentosa se reduzca en su longitud.
Esas moléculas se organizan en fibras que incluso en un tipo de músculo como el estriado, le da un aspecto muy característico y que ha originado ese nombre, ya que al microscopio aparecen estrías. Todos los haces musculares requieren de la presencia de calcio para su correcto funcionamiento. Por ello es tan importante este mineral para el sistema osteomuscular. Este mineral permite que las moléculas de actina y miosina se entrelazcan y contraigan. De hecho, el calcio está presente de forma importante dentro de la célula. Si por el contrario hay un déficit de calcio no se produce un funcionamiento adecuado del sistema muscular.
Es evidente el papel primordial que juega el calcio para que este sistema funcione adecuadamente. Se trata de un mineral indispensable para que esas estructuras moleculares se comporten correctamente. También el magnesio y el potasio son fundamentales, ya que permiten la transmisión del impulso neuroeléctrico, como si constituyeran la chispa que pone en marcha todo ese sistema. Cambios anormales en los niveles de esos minerales provocan problemas en el funcionamiento del sistema muscular. El número de músculos en el cuerpo humano es muy elevado, Hay más de seiscientos. El más grande es el glúteo, mientras que los más pequeños están situados en el oído.
La contracción
Para que una célula muscular se contraiga es precisa la presencia de unos minerales y un impulso neuroeléctrico que ponga en marcha esa contracción. Una vez que se produce, esa contracción tiene un tiempo de acción en el que prácticamente no se modifica. Sin embargo, tras esa contracción viene la relajación. Este fenómeno de contracción y relajación no se puede mantener de forma indefinida. Es decir, el tejido muscular precisa de un reposo en el que se restablezcan todas esas estructuras moleculares y se recupere el equilibrio mineral. Esa relajación se produce de forma automática o como consecuencia de una fatiga, que actúa como mecanismo de seguridad. El reposo dependerá de las características de cada músculo y de su capacidad de resistencia.
Los músculos sufren cambios continuos en relación con su contracción y relajación, pero por otro lado ese tejido muscular puede ser más o menos potente, dependiendo del entrenamiento al que haya sido sometido. El aumento de tejido muscular no se produce por un incremento en el número de células musculares sino por una mayor capacidad de estas para contraerse, al aumentar la cantidad de fibras en cada célula. Cuando el tejido muscular sufre un proceso de atrofia, el mecanismo es el contrario.
Existen enfermedades que afectan al tejido muscular, tanto liso como estriado. Con cierta frecuencia se deben a trastornos congénitos en los que existe un defecto enzimático que provoca un deterioro a nivel celular, algo que es además propio de ese tipo de tejido, aunque también puede extenderse a otro.
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